Ángela (nombre ficticio) era una de esas muchachas extranjeras que se pueden “comprar” en ciertos países del Medio Oriente, según un sistema de esclavitud legal, llamado “kafala”, por el que una familia rica puede hacerse cargo de una sirvienta, imponiéndole las condiciones que quieran. La sirvienta está en manos de sus señores, ya que, si éstos la repudian, será expulsada del país.
Así vivió Ángela durante muchos años, lejos de su tierra natal, hasta que sus dueños se la trajeron de viaje a España… y la abandonaron aquí. Ángela, ya mayorcita, sin conocer la lengua, sin familia ni conocidos, quedó perdida en tierra extraña, deambulando por albergues, servicios sociales, y ayudas de Cáritas. Se le consiguió una pensión no contributiva, unos 420 € al mes.
Últimamente, vivía en uno de los llamados “pisos patera”: 9 personas en un apartamento de 50 metros cuadrados. Colchones por los suelos. Las pertenecías metidas en bolsas. Turnos para el uso de la ducha, la cocina, etc. Un buen negocio para el propietario de la vivienda.
Ángela se ha venido a un piso de Caravana. Al llegar, no acababa de creerse que aquella habitación fuera solo para ella. ¿Y podré ducharme cada día?, nos preguntaba con su chapurreo de español. Pues claro que sí. Es tu casa, Ángela; lo más parecido a un hogar que podemos ofrecerte. Descansa al fin. Bienvenida.
Javier Álvarez-Ossorio