Los que llegan

¿Cómo seleccionáis a la gente que se alojan en vuestros pisos? La pregunta nos deja un tanto descolocados. Repasamos mentalmente nuestra breve historia, y tenemos que rendirnos ante la evidencia: no seleccionamos, simplemente recibimos a quienes se presentan. No buscamos. Las personas nos llegan.

Nos llegan por diversos canales. Algunas son conocidas desde hace años. Justamente, conocer sus historias es lo que puso en marcha a Caravana. Otras son enviadas por entidades que trabajan con personas que necesitan alojamiento y arropo. Otras, simplemente, llaman por teléfono porque alguien les ha hablado de nuestra asociación. Otras, en fin, conectan por esas carambolas de la vida, que tejen mil historias diferentes.

Sí, es verdad, hay rasgos comunes entre todos. Personas solas, con ciertas dificultades para salir adelante por sí mismas, sin acceso a vivienda asequible. Pero hay decenas de miles de personas así en Madrid. No digamos en España. Caravana no pretende ser “solución” de una problemática que sólo puede ser abordada a gran escala por la Administración pública o por entidades muy potentes.

Lo nuestro es familiar, artesanal, pequeño. Sin estrategia de búsqueda o selección, las personas van llegando. Se convierten en compañeros de camino casi por azar. No las elegimos. Si hay que escoger entre dos o tres a la hora de ocupar una plaza en un piso, priman el criterio del más desamparado y la condición de ser capaz de convivir con otros.

Con cada persona que llega, te llegan alegrías, sin duda, aunque también te compras un buen montón de problemas, como ocurre siempre que se trata de seres humanos. Así es, y así aceptamos que sea.

Aceptar lo que no escoges parece chocante. Pero, reconozcámoslo, lo más hermoso de la vida suele venir de lo que no se elige, pero sí se asume, se abraza, se ama. Un hijo, una tarea, un lugar, un grupo, alguien que cuidar, unos vecinos, un destino… Las verdaderas elecciones esenciales de la vida son pocas: te sitúan, te orientan. A partir de ahí, todo lo demás va llegando. Escogemos poco. Pero podemos acoger mucho.

Acoger es recibir amorosamente lo que nos llega de fuera, como una llamada, una invitación. Pretender escoger exclusivamente lo que yo decido es pura ilusión. Pocas cargas son tan solitarias y frustrantes como la de convertirme yo en el centro de todo.

Recibir a quien llega, aceptar lo que se presenta, hacerse cargo de lo que se me ofrece… eso ensancha el alma, libera el corazón, complica luminosamente la vida, regala alegría.

Si no me creen, prueben.

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1 comentario en “Los que llegan”

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